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lunes, 31 de marzo de 2014

La intuición

 Artista estadounidense e ilustradora de libros. Maestra espiritual y escritora


La intuición (del latín intuitus, mirada, de intueri, fijar la mirada) en un sentido ordinario y general, puede entenderse como tal el «pálpito» o el «presentimiento» que alguien se atribuye cuando dice saber algo sin ser consciente de las razones por las que lo sabe. Así se habla, por ejemplo, de la intuición femenina o de alguien que juega y gana a la bolsa por intuición. Son fenómenos psicológicos complejos, cuya interpretación incumbe a la psicología. 
En sentido filosófico, se define como un conocimiento inmediato, en el que el objeto conocido es captado directamente por la facultad correspondiente, la sensibilidad o el entendimiento. Como conocimiento, la intuición puede referirse a una u otra de las facultades mencionadas; en el primer caso se trata de conocimiento intuitivo sensible, o experiencia de lo particular y concreto, y en el segundo, de un posible conocimiento intuitivo de carácter intelectual de un principio, una idea o un concepto, conocimiento que generalmente no se admite o, por lo menos, cuyo sentido es muy discutible. 

Como conocimiento inmediato, la intuición elimina todo tipo de proceso o elemento intermedio entre el sujeto que conoce y el objeto conocido (la filosofía tradicional dice: sin medio quod, ni quo ni ex quo): excluye, por ejemplo, la mediación de la inferencia, de la abstracción o del concepto, o de algún otro objeto o procedimiento intermedio. 

Desde Kant queda claro que no existe la intuición intelectual y que, si se habla de intuición, debemos referirnos a objetos sensibles o fenómenos . Se está de acuerdo en el carácter inmediato de la percepción y puede llamarse intuición sensible al conocimiento empírico inmediato, sin dejar de lado, no obstante, los problemas con que nos enfrentamos a la hora de precisar en qué consiste dicho conocimiento y en qué nos basamos a la hora de aceptarlo. 

El conocimiento intuitivo intelectual es generalmente rechazado, y no se admite la intuición como una fuente de conocimiento, porque todo conocimiento se define más bien como una creencia racional justificada, esto es, basada en razones, de las que uno debe ser consciente

Estas razones pueden ser: que se trate de un enunciado analítico, que pueda inferirse de otros enunciados, que pueda ser objeto de comprobación o experiencia directa, o que pueda comprobarse recurriendo a la ciencia de la época o al testimonio fidedigno, o que se trate de algo que esté fuera de toda duda razonable

Cualquier enunciado que sea evidente para alguien, ha de serlo porque alguien tiene tan buenas razones para considerarlo verdadero que le producen la mayor certeza posible; la evidencia no funda el conocimiento, sino que es tan sólo la máxima certeza que proviene del conocimiento. 

En general, la teoría de la intuición, entendida como posibilidad de conocimiento inmediato de algo tanto en el orden sensible como en el intelectual, se ha basado en la doctrina tradicional de las facultades, de origen aristotélico. Las teorías epistemológicas actuales intentan más bien explicaciones de tipo lingüístico del conocimiento; por lo mismo, si se habla de intuición, exigen que se determine qué tipo de expresión proposicional adopta dicha intuición.
Históricamente, las teorías sobre la intuición arrancan de Platón y Aristóteles. Platón habla del pensamiento puro, o nous, por oposición al conocimiento discursivo, o diánoia, y del conocimiento de la esencia de las cosas a través de la idea del Bien. 

Aristóteles se refiere a la intuición intelectual (nóesis) de los primeros principios y de las esencias o universales, que no es más que el coronamiento de un conocimiento que comienza por los sentidos, pero que llega a captar la necesidad y la universalidad de los primeros principios o axiomas, cosa que los sentidos no pueden alcanzar .

 La filosofía escolástica se ocupó preferentemente de la cuestión de si al hombre le compete alguna posibilidad de intuición intelectual, cuestión que se resolvía aludiendo a la situación futura del hombre bienaventurado en la contemplación intuitiva de la divina esencia. 

La filosofía moderna retomó la idea de la intuición intelectual aristotélica de los primeros principios, y de ella hizo Descartes, como por lo demás había hecho ya Aristóteles, el punto de partida de todo pensar discursivo. A ella atribuye las características de la evidencia: la claridad y la distinción.

 El empirismo matizó que dicha evidencia intelectual sólo podía tener comienzo en un conocimiento sensible

La filosofía trascendental de Kant limitó la posibilidad de intuición al mundo fenoménico: la intuición empírica es la aceptación del objeto por medio de la sensibilidad; la intuición pura es la exigencia trascendental del espíritu de que toda intuición empírica suceda en el espacio y tiempo y es la manera como el espíritu piensa la posibilidad de todo objeto de la experiencia sensible. No hay posibilidad alguna de conocer intuitivamente, esto es, directamente, concepto alguno, puesto que todo concepto, si no ha de ser vacío, debe integrarse en la experiencia .

 El idealismo alemán de Schelling, Fichte y Hegel, renovó la noción de intuición intelectual, transformada en la identidad absoluta del sujeto y el objeto. 

En épocas recientes, Bergson y Husserl han fundamentado sus respectivos sistemas en una noción peculiar de intuición. Como que a la razón le resulta imposible captar el sentido de la vida, vivida desde la perspectiva humana, desde la duración, Bergson recurre a la vivencia directa de la misma, a la intuición, entendida como posibilidad del espíritu humano de acceder al corazón mismo de las cosas. Husserl, por su parte, se refiere a la «intuición eidética» como conocimiento directo de la esencia, que no se apoya en los hechos; al contrario, el conocimiento de éstos requiere el previo de la esencia, pasando de aquéllos a éstas por medio de la «reducción fenomenológica o eidética». Por peculiares que puedan parecer estas ideas han constituido el trasfondo histórico sobre el que se ha edificado el existencialismo posterior.
Los axiomas de la intuición
El primero de los llamados principios matemáticos de la experiencia, según Kant, que se formula de la siguiente manera: «Todas las intuiciones son magnitudes extensivas». Significa esto que nada es objeto de la experiencia si no es posible representarlo como una magnitud; todo cuanto está en el espacio-tiempo posee magnitud. Es un principio que formula, a modo de un juicio sintético, un conocimiento a priori sobre la experiencia .
El intuicionismo
En general, el intuicionismo es toda adopción de la intuición como método adecuado de conocimiento. Teoría de fundamentación de la matemática formulada por el matemático holandés Luitzen Egbertus Jan Brouwer (1881-1966), que, en polémica contra el platonismo matemático, cultivado por Bolzano, Cantor y Russell, entre otros, sostiene, bajo influencia de la noción kantiana de aritmética, que la matemática debe fundamentarse en la intuición del tiempo. De ahí deriva la afirmación fundamental de que sólo deben aceptarse aquellas entidades matemáticas cuya demostración pueda construirse (y rechazar aquellas cuya demostración no sea posible). El intuicionismo matemático influyó directamente en el desarrollo de la lógica intuicionista de Arend Heyting, en 1930.
El intuicionismo matemático sostiene que sólo deben admitirse las entidades matemáticas efectivamente demostradas, esto es, aquellas que puedan construirse como objetos matemáticos según reglas admitidas.
El intuicionismo ético
Es una teoría metaética defendida inicialmente por G.E. Moore, y luego por H.A. Prichard y W.D. Ross, que sostiene que las nociones de «bueno» y «correcto» son en sí indefinibles y que se captan sólo por medio de una intuición específica y no a través de conceptos, pruebas o razonamientos. La pretensión de afirmar que la bondad o la rectitud son definibles como cualquier otra propiedad natural la tilda Moore de falacia naturalista. La falacia naturalista es la  calificación (naturalistic fallacy) que G.E. Moore aplica, en sus Principia Ethica (1903), a la presunción de que «bueno», el concepto fundamental de toda la ética, puede definirse en términos de propiedades naturales. Supone, por tanto, que «bueno» es un concepto simple, no analizable en otros que puedan considerarse sus características definitorias. Es, por lo mismo, indefinible y es una propiedad -sólo cognoscible por intuición- de las personas, cosas o acciones, no equiparable a una cualidad natural. Moore cree que las teorías éticas tradicionales -sobre todo, el naturalismo ético y las éticas basadas en metafísicas- se equivocan al querer definir la bondad moral, igual como se define cualquier cosa descomponible en propiedades. Así, por ejemplo, cuando se define el triángulo como la figura geométrica que tiene tres lados y tres ángulos, nada nos impide intercambiar los términos de la definición y entender que toda figura geométrica con tres lados y tres ángulos es un triángulo. En el caso de «bueno» no existe una tal definición e incluso en las habitualmente dadas como, por ejemplo, en la definición utilitarista de bueno» como «aquello que produce felicidad al mayor número posible de personas», no se da por supuesto, sin más, que «lo que produce la felicidad del mayor número de personas» sea bueno, porque siempre tiene sentido inquirir si algo es bueno. Si bueno es lo que agrada, no es simplemente evidente que lo que agrada sea también bueno.
Moore defiende, en consecuencia, el intuicionismo ético. No toda noción ética es, sin embargo, según él, indefinible: «deber», «correcto», «obligación», etc., son definibles en otros términos -por lo común referidos al bien o a la bondad-, que pueden considerarse características suyas, por lo que estos términos no se refieren simplemente a sentimientos o actitudes de quien los utiliza o no tienen, simplemente, significado emotivo, sino cognoscitivo.
W.D. Hudson: intuicionismo ético:
“Todos los intuicionistas éticos incluyendo al propio Moore [...] suscriben la creencia de que hay verdades morales que conocemos por intuición, y afirmarían que sabemos que hay una propiedad no-natural que es la bondad o la rectitud y que pertenece a tales y tales actos o estados de cosas. Para valorar esta pretensión tenemos que considerar primero qué significa decir que sabemos o conocemos que algo es así, y a continuación si es consistente con esto hablar de conocer por intuición. [...] Consideremos ahora dos ejemplos. El primero es de una madre que afirma que sabe que su hijo está vivo, incluso aunque ha sido clasificado como muerto en acción. Una persona, un tanto insensible por lo demás, podría preguntarle: «Pero, ¿cómo lo sabes?»; y ella responde: «No puedo decirlo, simplemente lo sé». No hay duda, en tal caso, que cree que su hijo está vivo, y cumple por tanto con una de las condiciones necesarias para su afirmación. Supongamos que resulta que su hijo fue dado por muerto erróneamente, y que de hecho es prisionero de guerra. «¡Lo sabía, lo sabía en todo momento!», exclama ella. Este parece un uso muy natural del verbo «saber», pero sólo porque en el discurso ordinario desaparece comúnmente una distinción que es perfectamente legítima, a saber, la distinción entre creencia verdadera y conocimiento. Incluso en el discurso ordinario, no resultaría raro ni sorprendente si alguien dijera: «Realmente no lo sabía, únicamente lo adivinó». [...] ¿Qué ventajas tiene «por intuición» como respuesta a «¿Cómo lo sabes?». Esto es, ¿autoriza a un hablante a pretender que sabe que esto o aquello es así? ¿Le da, en frase de Ayer, «el derecho a estar seguro»? Consideremos de nuevo la madre de nuestro primer ejemplo. Supongamos que hubiera respondido la pregunta «¿Cómo lo sabes?», diciendo «Por intuición». Semejante respuesta hubiera sido insatisfactoria por las razones siguientes.
En primer lugar, no podemos hacernos idea de qué representa esa respuesta que sea distinto de afirmar simplemente que cree firmemente que su hijo está vivo, o que «sabe» que lo está en aquel sentido de «saber». La respuesta «Por intuición» se limita a reiterar la segunda de las condiciones señaladas, a saber, que para decir «Sé que X» el hablante debe creer que X. Pero el propósito de la tercera condición -a saber, que el hablante debe poder dar una respuesta apropiada a la pregunta «¿Cómo sabes que X?»- es precisamente llevarnos más allá de la segunda condición. ¿Qué nos dice «Sé por intuición que X» que no nos diga «Creo que X?» . La respuesta parece ser: nada.
En segundo lugar, hemos supuesto en el ejemplo que la creencia de la madre en la supervivencia de su hijo resultaba ser verdadera. Pensemos ahora que hubiera sido falsa. ¿Cómo se distinguirá en ambos casos la intuición de la madre -su sentimiento de certeza-? ¿Puede decirlo ella misma? Aparte de lo que pueda decir ella, ¿podemos descubrir alguna diferencia en la intuición misma en ambos casos? Hay numerosos ejemplos de personas que se sienten absolutamente seguras de algo y tienen razón; y también ejemplos igualmente numerosos de personas que, aun con ese sentimiento, se equivocan. Pero hasta donde alcanzan las pruebas de que disponemos, no parece haber nada necesariamente distinto en la intuición, o sentimiento de certeza, de esos dos grupos de personas.
En tercer lugar, si la creencia de la madre de que su hijo estaba vivo hubiera resultado falsa, si las pruebas disponibles la hubieran convencido de que su hijo había muerto -por ejemplo, si se hubiera descubierto un cuerpo que ella misma hubiera identificado como el de su hijo-, ¿qué hubiera dicho? Ciertamente no «Sabía antes que estaba vivo, pero ahora sé que está muerto», sino más bien «Estaba segura de que estaba vivo, pero ahora sé que está muerto». Solamente los estúpidos insisten en que sus intuiciones son correctas una vez que han descubierto pruebas que, por alguna vía acreditada, conducen a lo que generalmente se aceptaría como conocimiento.
El intuicionista moral está en una posición más expuesta de lo que las anteriores consideraciones sobre la intuición hacen suponer. Si el ilusionista de nuestro ejemplo hubiera dicho que sabía por intuición las cartas que su auditorio había seleccionado, estaría afirmando saber por esta vía algo cuya verdad puede mostrarse, o refutarse, por otras vías acreditadas. Que A tenga en la mano el seis de diamantes es un hecho o no lo es, y esto puede averiguarse apelando a algo que no sea la intuición del artista. Pero los intuicionistas éticos no afirman que los hombres conozcan por intuición algo cuya verdad pueda mostrarse de otra forma que no sea esa intuición. En su opinión no hay, aparte de la intuición, otra forma de comprobar lo que es verdadero o falso éticamente. Por ejemplo, que está mal incumplir las promesas puede únicamente conocerse por intuición. Según los intuicionistas, por lo que se refiere a los valores morales, los hombres son como un ilusionista que no da los nombre de las cartas elegidas por su auditorio, sino que asigna nombres a esas cartas, pretendiendo a continuación que esos nombres son los correctos. Si dice que tal carta es el seis de diamantes, entonces, sólo por eso y aparte de cualquier otra consideración, lo es. Es obvio que pretender que tal proceso constituya una vía acreditada para alcanzar el conocimiento es una pretensión fantástica.”
La filosofía moral contemporánea, Alianza, Madrid 1974, p. 104-108.


Estudio universitario acerca de la intuición en el género 
femenino


Testosterona, intuición contra reflexión. Febrero de 2014.
En una mano tenemos por orden los siguientes dedos, el pulgar o pequeño, a continuación el índice, el medio, el anular y el meñique. El cociente digital es el resultado de dividir el dedo índice entre el anular.
Estos días numerosos artículos en la prensa han hecho referencia a que estudios científicos avalaban la intuición femenina, relacionada con una menor exposición a la testosterona en el vientre materno. Según estos estudios los hombres son más reflexivos y las mujeres más intuitivas. Para llegar a esta conclusión se hicieron experimentos con 600 universitarios de la Universidad de Granada, éstos respondieron a distintos cuestionarios como el test de reflexión cognitiva, una prueba de fácil resolución si se conocen los principios básicos del álgebra, no obstante las preguntas son tan aparentemente elementales que se suelen contestar desde la intuición, de forma automática. La clave para responderlas bien son la reflexión, el detenimiento en los pormenores para la resolución de los ejercicios.
Una vez que terminaron las pruebas, los investigadores escanearon las manos de los participantes y calcularon la ratio de ambas manos, está ratio es el cociente digital antes expuesto, resultado de la exposición prenatal a la testosterona que se obtiene como cociente entre la longitud del dedo índice y del dedo anular en una misma mano.
A menor ratio más testosterona recibida antes de nacer y más organización cerebral de tipo masculino. Concluyeron también que las mujeres que tenían una ratio digital más baja, esto es, más masculina, respondían más reflexivamente a los tres apartados del test, o sea que el número de aciertos era mayor.
En otros estudios previos y a veces contradictorios se habían obtenido datos sobre muchas más cuestiones, incluidas las creencias en lo religioso, en lo paranormal, las tendencias sexuales, el comportamiento, etc.
En el siguiente cuadro se aclaran los distintos aspectos de las conclusiones obtenidas:


Mayor testosterona
Menor testosterona
Testosterona
Hombre: siete veces más que en la mujer
Mujer: menor cantidad.
Cociente digital: entre índice y
anular (ratio digital)
<1 (cociente digital)     
anular > índice
>1 (cociente digital)
índice >anular
Capacidad verbal
Menor
Mayor
Capacidad científica
Mayor
Menor
Capacidad espacio visual
Mayor
Menor
Competitividad
Mayor
Menor
Agresividad
Mayor
Menor
Deportividad
Mayor
Menor
Mayor riesgo de infarto
Mayor
Menor
Mayor cantidad de esperma
Mayor a más testosterona
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Respecto al tema de la creatividad, sabemos que las personas creativas se mueven en un ámbito más intuitivo en el que predominan los sentimientos y las emociones, prevalecen las experiencias subjetivas sobre el razonamiento deductivo,  poco adecuadas para hacer este tipo de ejercicios que en el fondo son exclusivamente matemáticos y que requieren una formación académica de ámbito científico.
En estos estudios el primer dato fiable para sacar conclusiones es que todos los alumnos tuvieron la misma formación académica científica, si no es así, el estudio no tiene validez alguna. Por otro lado la creatividad es una fuente de conocimiento propia de muchos ámbitos, como el científico, aunque a veces nos lleve a engaño. Como sabemos los grandes descubrimientos científicos, por ejemplo los de matemáticos, no son resultado de un esfuerzo de lógica deductiva sino de intuición avalada por un pensamiento creativo, un pensamiento que es capaz de ver cosas distintas a lo convencional. Todo esto lo podemos observar en la historia del descubrimiento científico, si nos ponemos a reflexionar acerca de los grandes descubrimientos de los teoremas en la historia de las matemáticas, podemos observar que los grandes matemáticos como Euclides, Arquímedes, Poncelet, Pascal, etc., se basaban en dibujos para obtener sus descubrimientos, de manera que lo visual tenía preponderancia sobre el desarrollo deductivo, más utilizado en la siguiente fase, como herramienta de formalización de conocimientos.




Gerd Gigerenzer


La intuición no es irracional
El inconsciente y la intuición son claves en la toma de decisiones, la mayor parte de la psicología sigue tratando de demostrar que las intuiciones fallan, el Premio Nobel Daniel Karaman, cree poder demostrarlo en sus experimentos, el mensaje está muy arraigado, sin embargo hoy en día se cree que la Intuición puede ser mejor que los modelos racionales, con la regresión múltiple, o los elementos estadísticos más complejos, es algo muy novedoso.


Hace años no sabíamos por qué hacíamos algo y lo achacábamos a la intuición, tomamos mejores decisiones si tenemos en cuenta una buena razón, mejor que escoger entre muchas razones.

Esto se aplica a la creatividad, ante un número restringido de elementos solemos hacer mejor elección que ante un número mayoritario.

La psicología social decía que la toma de decisiones debía ser consciente, que deberíamos hacer una lista de razones para elegir una entre ellas, ahora sabemos que las decisiones intuitivas son más eficaces que una decisión racional, buena parte de las decisiones que tomamos se basan en procesos ajenos a la lógica, son rápidas, viscerales, aparecen en nuestra conciencia sin saber de dónde vienen y nos llevan a la respuesta válida, es el método de nuestro cerebro para tener una respuesta más eficaz.

Para elegir una opción entre dos, nos debemos basar en una razón mejor que en una inferencia estadística completa con diversos parámetros. Hay que ignorar cierta información de la que uno dispone, es mejor centrarse en una parte de la información. Muchos ejemplos lo corroboran:

El programa Quiere ser millonario, formuló la siguiente pregunta: ¿qué tiene más habitantes, Milwaukee o Detroit?, el 90% de los alemanes acertaron –paradójicamente más que norteamericanos-, por la heurística de reconocimiento, escogen lo que conocen, oyeron hablar de Detroit y por tanto acertaron.
Las predicciones a veces son mejores que las de los expertos porque disponen de conocimiento parcial. Es la cognición heurística, los descubrimientos apuntan a que la Intuición se basa en principios sencillos que Ignoran la  información y seleccionar sólo una o dos buenas razones, es una regla general que acelera la toma de decisiones más adecuada, hay que basarse en una buena razón y es el principio heurístico. Nos regimos por reglas generales más que por la razón.

Valorar muchos puntos agota infinidad de recursos, una alternativa es escoger una sin pensar, o escoger aquello que necesitamos. Decidimos mediante una serie de reglas adecuadas para cada momento. Si pensamos en cómo se enamora la gente, no hacemos un listado con varias opciones, ni sopesamos las consecuencias relevantes de la elección y la probabilidad de que ciertas cosas sucedan, o la utilidad, etc.

De manera inconsciente nos enamoramos. La Intuición es un sentimiento o sensación que crece muy rápido en la mente, en el inconsciente, que nos impulsa a actuar, por eso te enamoras, y si tiene que ver con principios de estética sobre la simetría, no lo sabes.

Parte de decisiones importantes se toman por principios generales de forma intuitiva, sin apoyo racional. Cuantas más opciones tengamos para elegir más posibilidades de conflicto, más posibilidades de encontrar algo que nos guste, pero la mente humana no funciona así pues tiene una capacidad limitada procesar información y cuando hay mucha  nos saturamos, normalmente tratamos de evitar lo desconocido.

La inferencia inconsciente: las decisiones más simples se basan en inferencias, nuestro cerebro se pasa la mayor parte del tiempo haciendo conjeturas y adivinando. Las personas cuando hacen inferencias sobre la felicidad dependen de otras cosas como otras personas y las posesiones, si nos comparamos con los demás somos infelices, siempre habrá alguien que tenga más.
El cerebro ante una serie de imágenes cóncavas o convexas, el cerebro hace distintas lecturas con la misma imagen. En la historia evolutiva sólo había una fuente de luz y procedía de arriba, por ello la detectamos hacia afuera cuando la luz esté en la parte superior. La percepción incluso hace suposiciones pero sobre la base del principios inteligentes probables, no seguros.

“Hay una decisión detrás de cada acción, de cada creencia, incluso de cada percepción”.

“Aceptar la incertidumbre que nos rodea puede ayudar a escoger el mejor camino”.


Gerd Gigerenzer. Psicólogo

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