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Más efectividad hasta desarrollo del cerebro (20 / 25 años)
Los genes mutan por experiencias
Se transmiten esos cambios a los hijos en forma de estrés, ansiedad,
etc.
Analogía informática
Diferencia: el software cambia el hardware
Antropología Etimológicamente la antropología es el estudio o la reflexión general acerca del hombre en todas sus dimensiones: biológicas, culturales y sociales. Dentro de la antropología general, cada una de estas dimensiones ha originado subdivisiones o antropologías regionales: la antropología física, la antropología cultural, la antropología social, mientras que el estudio general y holístico del «hombre» seguiría correspondiendo fundamentalmente a la antropología filosófica.
Si bien Aristóteles creó el adjetivo anthropologos (Ética a Nicómaco, IV, 8, 1125, a 8), no puede afirmarse que fuera el fundador de la antropología ya que, para él, este término solamente tenía el sentido de un hablar en general sobre el hombre, sin que tal hablar pudiera originar un conocimiento positivo. De hecho, el término antropología parece haber sido empleado por vez primera, en un sentido cercano al de su etimología, en el s. XVI, en una obra titulada Psicología antropológica o doctrina del alma humana. Segunda parte de la antropología: esto es, la fábrica del cuerpo humano, de M. Hundt, de Leipzig.
El dualismo psico-físico cartesiano condujo a la antropología hacia el estudio de estos dos polos: el alma y el cuerpo. A partir de ahí se originó la separación entre una antropología física y una antropología del espíritu o filosófica que, marcadas por aquel dualismo, se mantuvieron separadas y sin apenas conexiones entre sí. De esta manera, al haber tratado el cuerpo humano como sustancia extensa y al haberlo separado del pensamiento, Descartes legará a la posteridad un dualismo extremo entre el hombre máquina y el «fantasma en la máquina». Pero este planteamiento, al tratar el cuerpo como mera extensión, tenía la ventaja de desvincular el cuerpo humano de la correspondencia mágica entre macrocosmos y microcosmos, y de dejar de considerar al hombre como imagen de Dios. De esta manera, incluso con su dualismo a cuestas, el hombre cartesiano y postcartesiano se integraba en el mundo natural. Así, en la época moderna, al igual que podía constituirse una nueva cosmología (ciencia del mundo) y una nueva ciencia independizada de la teología, aparecía la posibilidad de constituirse una antropología o ciencia del hombre, independizada también de la teodicea, puesto que el estudio del hombre ya podía entenderse independientemente del estudio de su «creador». Este impulso será proseguido por el empirismo naturalista, que abandona el deductivismo y las ideas innatas del cartesianismo, y se plantea la que será la cuestión fundamental de la filosofía del s.XVIII: ¿en qué consiste la naturaleza real del hombre?, cuestión que estará también en el centro del pensamiento de Rousseau.
Bajo la influencia de este planteamiento, Kant resume las grandes cuestiones filosóficas, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar?, en esta última y definitiva cuestión: ¿qué es el hombre? De manera que todos los ámbitos de la filosofía conducen a la antropología y a lo que es específicamente humano: por una parte, la razón y, por otra, la acción moral (las cuales, a su vez, presuponen la naturaleza y la sociedad). Por eso, también la distinción que establece Kant entre antropología fisiológica que estudia lo que la naturaleza hace del hombre ( «¿Qué es el hombre?», Lógica, 1800 ) y antropología empírica ( Antropología con intención pragmática, «conocimiento del hombre en tanto que ciudadano del mundo»,1798), que trata del hombre «como ser que obra libremente», y de lo que «hace o puede y debe hacer de sí mismo» , influirá decisivamente en los planteamientos posteriores, y pondrá de manifiesto que en el estudio del hombre, éste aparece simultáneamente como objeto y como sujeto.
En el ámbito de las ciencias naturales, a partir de la clasificación de Linneo (1707-78), el hombre se estudia como especie biológica animal (homo sapiens, vertebrado perteneciente a la clase de los mamíferos y al orden de los primates) y, a partir de Buffon, que en 1749 sistematiza el programa de investigación naturalista emprendido por Linneo, empiezan los estudios de historia natural (descripciones) del hombre. Se supera, de este modo, a mediados del S. XVIII, la mera consideración anatómica del hombre, fundamentada especialmente en la concepción fisiológica de Descartes del cuerpo entendido como máquina, y se estudia al hombre cada vez más tal como se halla en la naturaleza, tanto en su relación con los otros animales, como en su relación con las diversas sociedades humanas. Este programa de estudio tratará sobre: el origen del hombre, los diversos estados por los que ha pasado, sus cualidades, sus producciones, facultades y acciones, convirtiéndose la antropología en una ciencia de las relaciones entre el hombre y la animalidad, del hombre respecto de su medio natural y social, y respecto de sus variedades (razas) y sus producciones culturales. Las teorías de Darwin, el colonialismo, el mito del «buen salvaje» y los viajes a países exóticos en el s.XIX son el punto de referencia para la aparición de sociedades antropológicas y etnológicas (como la «Sociedad Etnológica de París», fundada por William Frederic Edwards en 1839, la «Sociedad de Antropología de París», creada por Paul Broca en 1859, la «Sociedad Berlinesa de Antropología, Etnología y Prehistoria», fundada en 1869 o la «Sociedad Antropológica de Viena», fundada en 1870). A partir de este momento, la antropología -ya constituida en ciencia, hacia la mitad del s. XIX- debe fijar sus relaciones con las diversas especializaciones y métodos que surgen en torno o al margen suyo: no sólo la paleontología, la genética, la etnología, la etnografía, la geología, la primatología, la arqueología prehistórica, etc., sino también los diversos enfoques culturales y sociales de la antropología. No obstante, la antropología, en un sentido fuerte, parece reservarse, como objetivo peculiar, una consideración totalizadora -holística- del hombre, entendido como una realidad compleja, natural, histórica, cultural y social. Confluyendo en este saber holístico sobre el hombre, se distinguen en la actualidad, como hemos mencionado anteriormente, tres grandes ramas: la antropología física, la antropología cultural y la antropología filosófica, que sigue manteniendo este aspecto totalizador, aunque su reflexión es dependiente de los resultados científicos de las antropologías especializadas. Por ello, dejando aparte el terreno de la antropología filosófica, que mantiene este carácter holístico, el término «antropología» carece de un significado unívoco, pudiendo designar, según los contextos, tanto el «estudio de las sociedades primitivas» como el «estudio de las características físicas y biológicas humanas», como «el estudio de la cultura» o el «estudio de la vida social entre los humanos», y mantiene también una cierta ambigüedad con respecto al término etnología. Así, en buena parte de Europa, bajo el término «antropología» se entiende la mera antropología física, reservándose el término etnología para el estudio de los aspectos culturales y sociales. En Inglaterra, en cambio, el término «antropología» se refiere, básicamente, a la antropología social, mientras que en los Estados Unidos se refiere a la antropología cultural.
La antropología filosófica es una reflexión filosófica que considera al hombre (anthropos) como objeto de estudio en una perspectiva global. Como reflexión filosófica no es una ciencia, sino un análisis de los fundamentos de la misma noción de ser humano, y de la consideración de éste como punto de partida de todo conocimiento sobre sí mismo y sobre el mundo. En este sentido es, como dice Max Scheler, un puente entre las ciencias y la metafísica. Por ello, no es una disciplina filosófica que trate de establecer apriorísticamente las características de una pretendida esencia humana inmutable, sino que parte de las ciencias humanas, tales como la antropología física, la antropología cultural, la psicología, la lingüística, la sociología, etc., para elaborar una reflexión sobre el ser humano en su globalidad, capaz de explicar cómo este ser humano es la condición de posibilidad de tales ciencias y, en general, de la conducta humana: lenguaje, arte, ciencia, religión, mitos, acción moral, agresividad . Por ello, no se trata de un estudio particular sobre las características humanas, sino una reflexión filosófica y holística acerca del ser humano. El énfasis que se ponga en el carácter de sujeto trascendental del ser humano (Kant, Husserl), o en su historicidad (Hegel, Marx), o en su carácter de ser social definido esencialmente por el trabajo (Marx), o en su carácter de ser carencial para la acción (Gehlen), o en su carácter de homo faber (Bergson, ver texto ), o en su carácter de ser simbólico (Cassirer, ver texto ); el énfasis que se ponga en considerar la existencia como prioritaria, por encima de una hipotética esencia (Heidegger, Sartre y el existencialismo), etc., determinará las distintas orientaciones de la antropología filosófica. La antopología filosófica apareció en la época moderna, ya que sólo a partir del siglo XVII pudo empezarse a considerar el hombre independientemente de la teología, y desde sus inicios estuvo fuertemente marcada por el dualismo cartesiano y por el enfoque kantiano. No obstante, aunque moderna como disciplina filosófica, la reflexión sobre el hombre es tan antigua como la filosofía misma, razón por la cual la antropología se ha contagiado de la anfibología que presenta este término . En cierto sentido, enlaza con el ideal socrático del «conócete a ti mismo» y de la concepción aristotélica del hombre entendido como «animal racional», como «animal político» y como «animal que habla» , y surge del esfuerzo constante de la filosofía -con dos momentos particularmente antropocéntricos: el Renacimiento y la Ilustración- por aclarar el concepto que el hombre tiene de sí mismo, y su situación en el mundo, (momentos en los que también se pone en duda el carácter naturalmente político del hombre, como en el caso de Hobbes, por ejemplo . Si la filosofía antigua giraba fundamentalmente alrededor de la noción de «cosmos» y reflexionaba sobre el hombre en relación con la naturaleza, y la filosofía medieval entendía al hombre como una parte del orden divino, solamente la filosofía moderna ha permitido desatar al hombre de estas ligaduras a la vez que, con ello, crecía la noción de sujeto y de individuo (no en vano la filosofía moderna nace con la afirmación del «yo» cartesiano). En definitiva, pues, si es cierto que en toda filosofía hay una reflexión sobre el hombre (que puede provenir de rasgos mítico-religiosos o ser fruto de la reflexión filosófica propiamente dicha), solamente a partir de la época moderna se abre una nueva perspectiva: el hombre ya no se entiende solamente desde su hipotética naturaleza, ni desde una perspectiva sobrenatural, sino que se liga a su acción: a sus producciones, a sus obras y a sus relaciones con los otros hombres.
El tema del hombre aparece en la filosofía moderna entendido como «sujeto» o como «razón» y como último eslabón de todo preguntar filosófico. Las preguntas de Kant al respecto hacen clásico el planteamiento y señalan este giro antropológico: « ¿Qué puedo saber? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo esperar? ¿Qué es el hombre? A la primera cuestión, responde la metafísica; a la segunda, la moral; a la tercera, la religión y, a la cuarta, la antropología. Sin embargo, en el fondo, se podría poner todo esto a cuenta de la antropología, porque las tres primeras cuestiones se refieren a la última». Pero Kant, a pesar de su distinción entre una antropología fisiológica y una antropología en sentido pragmático, distinción que señala las dos grandes direcciones de la antropología física y de la antropología cultural y social, no llega a tematizar una antropología filosófica, aunque abre las puertas a esta disciplina. Las primeras reflexiones pertenecientes a una antropología filosófica se sitúan en el último Schelling, en Feuerbach, en Kierkegaard, en Marx y en Nietzsche.
Especialmente relevante es la posición de Feuerbach, para quien el hombre es el único objeto universal de la filosofía, razón por la cual la antropología deviene la única ciencia universal a la que deben reducirse tanto la teología como la religión, y la única ciencia capaz de determinar claramente la separación entre el hombre y el animal. Más tarde, la teoría de Darwin, al señalar el puesto biológico de la especie humana dentro del contexto de la evolución de las especies y el psicoanálisis de Freud, al señalar el inconsciente como motor de la conducta humana, abrieron nuevas perspectivas en la consideración del ser humano .
Se considera, no obstante, a Max Scheler (1875-1928) como el iniciador de una antropología filosófica que tiene plenamente en cuenta el fenómeno de la cultura y la historia (El puesto del hombre en el cosmos, 1928). Para Scheler, la antropología filosófica debe tratar al hombre no solamente como naturaleza o como vida; no solamente como voluntad, como sujeto o como razón, sino como hombre en su totalidad. La misión de la antropología filosófica es la de explicar, a partir de la estructura fundamental del ser humano, todas las funciones y obras específicamente humanas: el lenguaje, la moralidad, el Estado, las armas, la guerra, los instrumentos, la técnica, la religión, el arte, la ciencia y la filosofía misma. A partir de aquí, Scheler otorga al hombre un lugar especial en el cosmos, por su intencionalidad, su apertura al mundo, su libertad y por la capacidad de poder trascender lo inmediato. En el aspecto biológico Scheler considera que no hay diferencias esenciales entre el hombre y los animales, sino solamente diferencias de grado. Pero Scheler insiste en la existencia en el ser humano de una dimensión, en cierto modo opuesta a la vida, que es la dimensión del espíritu que lo separa de la mera animalidad. Por ella, el hombre es el ser capaz de «decir no», capaz de desligarse de sus instintos y de adaptar el medio ambiente a sus necesidades en lugar de adaptarse él al medio ambiente como hacen los animales. En resumen, Scheler afirma que, mientras la imaginación, la memoria, la sensibilidad y el sentimiento son fenómenos vitales no muy distintos de los propiamente biológicos -razón por la cual, en este aspecto, la diferencia entre el hombre y los animales es solamente de grado-, en el hombre aparece una dimensión diferente: la dimensión del «espíritu», opuesta en cierto sentido a la vida, y que permite al hombre reprimir y controlar sus impulsos, de manera que el «espíritu» se ve potenciado por esta autonegación ascética. Este planteamiento metafísico, y todavía tradicional -puesto que sigue siendo dualista, al oponer el cuerpo animado y el espíritu-, se verá superado por un enfoque que insiste más en la dimensión biológico-antropológica. Este movimiento se inicia también en Alemania, después de la segunda guerra mundial, sobre todo por obra de Helmuth Plessner (Antropología filosófica, 1971). Parte de la consideración de la base biológica, verdadera condición humana, desde la cual se constituye el hombre en la historia, y propugna la independencia de la antropología filosófica respecto de cualquier otra ciencia. Parecida línea de planteamiento siguen los trabajos de Arnold Gehlen, filósofo y sociólogo (Investigaciones antropológicas, 1961). Gehlen insiste en el aspecto inacabado del ser humano, caracterizado como ser biológicamente no especializado y con una larga infancia dependiente de los adultos. Esta caracterización del hombre como «ser carencial», expresión ya utilizada por Herder , o como «animal no fijado» (expresión que Gehlen extrae de Nietzsche), es la que determina tanto su capacidad de aprendizaje como su capacidad de transformación de la naturaleza. En dicha capacidad se manifiesta el carácter fundamental del ser humano, a saber, la «acción». Este principio de la «acción» (que recibe Gehlen a partir del pragmatismo americano y de la filosofía de Bergson) le permite eliminar el dualismo que estaba en la base de la antropología filosófica desde Descartes, Kant y Scheler, ya que en la acción confluyen todos los aspectos del ser humano: su cuerpo, su naturaleza, su inteligencia, su sociabilidad y su cultura.
Por otra parte, Heidegger con su obra Sein und Zeit (Ser y tiempo), al fundamentar la filosofía sobre la base del tipo de ser que es el ser humano, abre también una fructífera reflexión antropológica. No obstante, Heidegger mismo, en Kant y los problemas de la metafísica, señala las dificultades de una antropología filosófica pues, si desde un punto de vista holístico y antropológico se puede considerar que «nada es comprendido hasta no ser aclarado antropológicamente» (Kant y los problemas de la metafísica, FCE, México 1973, 2ª ed. p.175), y si consideramos que «la totalidad del ente puede referirse al hombre en alguna forma», «la antropología se hace tan amplia que se pierde en la más completa indeterminación» .
Otros autores, como Martin Buber, Landsberg, Nicolai Hartmann, Groethuysen, o Ernst Cassirer, han hecho contribuciones importantes a la moderna antropología filosófica. El psicoanálisis tendrá también un lugar fundamental en la antropología, especialmente por su concepción del inconsciente, lo que permite elaborar toda una concepción de los mitos, los ritos, las prohibiciones, los tabúes y, en definitiva, elaborar una concepción del hombre y de la cultura. Se puede hablar también de una antropología existencialista, ya que las filosofías existencialistas en conjunto (bajo la influencia inicial de Heidegger y Sartre, especialmente) estudian las condiciones más íntimamente constitutivas del hombre desde las cuales éste ha de desarrollarse como proyecto. Puede hablarse también de una antropología estructuralista que cuestiona la noción general de sujeto humano y que procede fundamentalmente de la antropología cultural francesa y, en general, del movimiento estructuralista.
De entre los teóricos del estructuralismo destaca Lévi-Strauss quien, al dar la primacía al sistema por encima de sus elementos, considera que la estructura trasciende la realidad empírica y es la que da fundamento a los modelos construidos sobre ella. Así, las relaciones sociales situadas en el nivel de lo real, se asientan sobre las estructuras sociales, situadas en el nivel de lo simbólico. De esta manera, el nivel simbólico e inconsciente es la auténtica base de lo real, ya que solamente la estructura es la que posibilita la inteligibilidad de las relaciones sociales. Con ello, además, se limita el papel del sujeto, ya que éste no tiene significado por sí mismo, sino solamente en relación con las estructuras sociales y culturales que son las que lo dotan de sentido. El sujeto, «el niño mimado que ha ocupado demasiado tiempo la escena filosófica», cede su lugar a las estructuras simbólicas que lo trascienden, las únicas que son plenamente objeto del estudio científico, ya que son las que pueden dar explicación de los fenómenos sociales. Por ello, Lévi-Strauss proclamaba de forma provocadora que «el fin último de las ciencias humanas no es constituir al hombre, sino disolverlo» .
Perseverancia como elemento antropológico de anticreatividad
MARX: Los 4 c. "Los discursos"
Por otra parte, también dentro de la corriente estructuralista es destacable la concepción defendida por Foucault, que sostiene que «en nuestros días lo que se afirma es el fin del hombre, su dispersión absoluta» ya que, por otra parte, «el hombre no es el problema más antiguo ni el más constante que se haya planteado el saber humano. El hombre es una invención reciente, y su fin está próximo» (M. Foucault, Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México 1968, p.375). Foucault señala que en realidad el hombre no es propiamente el objeto de estudio de ninguna de las ciencias que afirman estudiarlo, ya que aquello que realmente estudian estas ciencias son las estructuras económicas, psicoanalíticas, lingüísticas, de parentesco, etc., en las que vive el hombre. De esta manera, según Foucault, más que estudiar el hombre estas ciencias, lo fragmentan y reducen a estructura. Ante esta fragmentación también se alzan voces, como las de Edgar Morin, por ejemplo, que señalan que lo que ha muerto no es el hombre, sino la imagen autoidolatrada del hombre que sólo se admira en la ramplona imagen de su racionalidad, y que se ha reducido a su mero aspecto técnico de homo faber y de homo sapiens, despreciando otras dimensiones tan importantes como la afectividad, la desmesura o la fiesta. Por ello, señala este autor que el auténtico hombre se halla en la dialéctica entre sapiens-demens . En el estudio de la constitución de la noción fundante de sujeto en la modernidad, y en su deconstrucción, destaca también la obra de filósofos como Deleuze y Derrida. Por último, cabe destacar también las aportaciones a la antropología procedentes de la sociobiología.
El comportamiento reiterativo antropológico versus creativo
La etnología es un término empleado por primera vez por el teólogo suizo Alexandre-César Chavannes, en 1787, para designar «la historia del progreso de los pueblos hacia la civilización». A partir de 1839, con la creación de la Sociedad Etnológica de París, fundada por William Frederic Edwards, y hasta 1930, la etnología se concibió como el «estudio de las razas humanas». Actualmente, se define como el estudio de las etnias y sus culturas. Se nutre de los materiales de la etnografía e intenta establecer las leyes que determinan la conducta, las realizaciones y la evolución de los distintos grupos humanos para llegar a una síntesis global sobre la diversidad de culturas creadas por el hombre, y establecer las causas de las diferencias y semejanzas entre las formas de actuar y pensar de las diversas sociedades humanas, tanto en el pasado como en el presente. En este sentido, la etnología sería una etnografía comparada que opera en tres dimensiones: 1) una dimensión geográfica, con el fin de sistematizar conocimientos relativos a culturas que están circunscritas en una misma o en distintas realidades ecológicas y geográficas; 2) una dimensión histórica, con el fin de reconstruir formas culturales del pasado y 3) una dimensión de sistematización, con el fin de establecer las similitudes y diferencias entre las distintas realidades culturales observadas, así como sus interacciones, los fenómenos de aculturación, deculturación, etc.
La etnología se ocupa especialmente de la organización social, estudiando aquellas relaciones humanas regidas por sistemas normativos y de valores de los que surgen determinados esquemas de grupos de parentesco, de estratificación social y de instituciones económicas y sociales. Se ocupa, también, de la relación que con ellos tienen las creaciones artísticas, las creencias religiosas, el folklore, etc. En este sentido, forma parte de la antropología cultural e, incluso, pueden considerarse estos dos términos como sinónimos. De hecho, muchos autores usan indistintamente los términos «etnografía», «etnología» y «antropología» a fin de no repetir uno solo de estos términos.
Actualmente, en buena parte de Europa, bajo el término general «antropología» se entiende, fundamentalmente, la mera antropología física, reservándose el término etnología para el estudio de los aspectos culturales y sociales, aunque paulatinamente este término va siendo sustituido por el de antropología cultural. No obstante, en los países de tradición anglosajona, la etnología se concibe más bien como el estudio de las culturas no escritas (ágrafas), reservándose el término de antropología cultural para designar un campo de estudio más amplio, que abarca no solamente las sociedades ágrafas, sino todas las sociedades y culturas.
El hecho de que la etnología surgiese inicialmente como el estudio de «la historia del progreso de los pueblos hacia la civilización» (Chavannes), que a la vez se concibiera como el «estudio de las razas humanas», y que su campo de estudio haya sido especialmente el de las culturas de los pueblos llamados primitivos, salvajes, arcaicos, ágrafos o bárbaros, ya indica un fuerte prejuicio etnocéntrico y revela que buena parte de la orientación ideológica inicial de la etnología provenía del colonialismo.
Rostros semejantes: analogías entre rasgos que vinculan identificaciones personales La creatividad desarrolla la capacidad para buscar relaciones de semejanza
La naturaleza le ha jugado la mala pasada, un ligero desequilibrio en los cromosomas.
Sinéctica: (analogías, asociaciones)
Suéltame o te cortaré y te haré rebanadas como si fueras pan
Más que un beso parece que está mojando un sobre
El squash me hace más hombre
Máxima creatividad: Actuación dentro de otra actuación. Hacer una representación dentro de otra
Exageración e hipérbole: tu melena te da un aspecto glorioso
Engaño táctico: ”Ese no es de los nuestros y va a por ti”
Simula que lo va a besar. No para de hacer teatro
Expresividad: extrema teatralidad.
Impulsos prosaicos, vulgares, ancestrales
Humor: es creatividad
Prejuicios de anti creatividad: este Parlamento permite la homosexualidad,
con este Parlamento lo raro es que no sea obligatorio.
El humor es respetuoso porque en la misma película se condena la posición reaccionaria y caduca mientras que se otorga una cualidad sensible al personaje exponente de aparente homosexualidad o cuando menos amaneramiento.
Neotenia: conservación del carácter y comportamiento infantil, bien por retraso en el desarrollo o por ser un recurso de imitación para aprender. Es consustancial a comportamientos primarios que no se someten a la razón. La neotenia da lugar a pensamientos o actitudes creativas.
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