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lunes, 31 de marzo de 2014

El coeficiente intelectual y la creatividad

Parece ser que no existe correlación entre el cociente intelectual y la creatividad, hay individuos altamente creativos con un coeficiente intelectual normal y gente con un cociente intelectual muy alto sin capacidad creativa.


Niños «diana»: Casos en los que es necesario

saber el cociente intelectual de un alumno



Cuando Jesús Jarque, pedagogo y orientador en un colegio público de Infantil y Primaria en Castilla La Mancha, evalúa el cociente intelectual de un niño en su centro escolar es porque el profesor ha pedido la citada prueba, y la familia ha dado su autorización para realizarla. En el contexto escolar no son pruebas que se realicen de forma rutinaria ni se usen de forma repetitiva. Es una puntuación que solo se realiza «cuando el rendimiento de un determinado niño no cuadra con el esperado» y que son lo que Jarque denomina «niños diana», porque tanto por exceso como por defecto se distancian de la media en cuanto a resultados escolares.

Dificultades en los estudios

La primera voz de alarma se suele dar en el aula porque, tal y como corrobora el neuropediatra Manuel Antonio Fernández, es donde los profesores detectan a los «niños que presentan dificultades significativas que les impiden funcionar en su vida escolar, bien porque presentan problemas de aprendizaje, de maduración o desarrollo, relaciones sociales, integración del lenguaje, estudios, problemas metabólicos... etc. O que, por contra, muestran un rendimiento, unos intereses o un comportamiento excepcional y que probablemente necesitarán otro tipo de respuesta educativa».
Es decir, que los test de inteligencia se aplican siempre de forma individual, nunca de forma colectiva, y solo ante la sospecha de dificultades. «Aplicar de manera individual un test de inteligencia a todos los alumnos de un curso es una inversión de tiempo (hay que llevarlo a cabo en varias sesiones) y dinero (el test cuesta cerca de los 1.000 euros) que no sé qué colegios se pueden permitir. En la enseñanza pública, al menos, es inviable», reconoce Jarque.



Sin obsesionarse con la cifra

Pero además de inviable, en su opinión, es poco productivo. «¿Qué más da tener un CI de 97, de 101, o de 112?», se pregunta. Así lo corrobora el neuropediatra Manuel Antonio Hernández, para quien «ni los padres ni los educadores ni los profesionales de la salud debemos obsesionarnos con la cifra que saque un niño en el resultado de un determinado test de inteligencia o desarrollo sin tener en cuenta el resto de aspectos de la persona que nos permite valorar de una forma mucho más realista y global, al individuo». También, añade, «ni es la primera prueba a realizar ante la sospecha de algún problema, ni un resultado estándar o alto es una garantía de normalidad en las diferentes facetas de la vida».
De hecho, a juicio de Jarque, autor también de la página educativa Familia y Cole, el cociente intelectual solo está ligado al éxito social y profesional en los valores extremos. «Quiero decir que no hay duda de que el extremo inferior (CI inferior a 70) es un buen predictor de dificultades escolares y sociales muy importantes... Entendiendo por dificultades sociales la capacidad de relacionarse, interaccionar y participar socialmente en las actividades habituales de las personas de su edad y en las mismas condiciones. Y en los valores del extremo superior (CI superior a 130) predice muy bien el rendimiento escolar y probablemente para los estudios superiores».
Pero el éxito social y el profesional dependen de otras variables que no aparecen en los test que miden el CI, asegura este experto. «Me refiero a capacidades como la planificación, la anticipación, la capacidad de aprender de los errores, de ser flexible, de tener autocontrol, de tomar decisiones. Y también de aspectos más relacionados con cuestiones emocionales: capacidad de esfuerzo, de tolerar frustraciones, de fijarse metas, de aplazar recompensas inmediatas para conseguir otras a medio plazo, de resistencia ante las vicisitudes, de empatía, de conectar con los demás, de ser asertivo, de hacer equipo… esos valores no están en los test de CI». Por eso, prosigue, «hay personas con un alto CI que “fracasan” en su vida porque probablemente no disponen de esas otras capacidades», concluye.
De esta forma, y aunque parece indiscutible que hay niños que nacen con mayor CI que otros, y que los resultados permanecen invariables, punto arriba punto abajo, «lo verdaderamente importante y con serias consecuencias –concluye Fernando Alberca, autor de «Todos los niños pueden ser Einstein»–, es qué hace el niño con su CI a lo largo de la vida».

El papel de la familia

Para este profesor y escritor, los progenitores tienen mucho que ver con la inteligencia de sus hijos, con su estimulación, y con el desarrollo definitivo de los mismos. Y lo que realmente nos ha de ocupar como familias, prosigue, «son nuestros esfuerzos por conseguir que se desarrolle lo más posible su inteligencia, que siempre parte de una dosis más notable –sea cualquiera que sea el caso– de lo que parece o lo que pensamos. El ser humano es más inteligente de lo que demuestra y su capacidad es inimaginable. Los padres deben enseñar a sus hijos, desde que son pequeños, que pueden enfrentarse a resolver los problemas más complejos y al tiempo los más importantes de su vida: que pueden lograr ser felices, además de resolver los retos que se propongan».




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Las claves de la personalidad creativa según Punsent:


Según Punsent la persona creativa es curiosa, está preguntando porque pasan las cosas, es capaz de elegir, modelar y adaptarse al ambiente donde vive, considera también que existe una relación entre el coeficiente de inteligencia y la creatividad –aunque ese es un punto de vista algo anacrónico, hoy en día se cree que no existe relación entre el coeficiente de inteligencia y la creatividad. También considera que la persona creativa puede controlar sus emociones.

Añade el entrevistado que algunas personas tienden a ser más creativas, ello es debido a que hacen lo que realmente les gusta, la clave para la creatividad es desenvolverte en aquello que realmente te interesa.



La creatividad y otros factores

Según Goldman, (1991), la creatividad es algo misterioso. La creatividad se relaciona con otros elementos psicológicos como la inteligencia, la independencia y autorregulación, así como con el rendimiento. La creatividad, siendo un elemento misterioso, es difícil de evaluar, como por ejemplo las pruebas de Torrance y Guilford, no obstante estas pruebas adolecen de ser en extremo complejas y con un componente altamente subjetivo.
Existen distintas pruebas de imaginación creativa (PIC), en ellas se suele evaluar dos tipos de creatividad, la verbal o narrativa y la de tipo gráfico, a veces se combinan ambas. Hasta ahora siempre se le había dado más importancia a los componentes gráficos de la creatividad, no obstante los de tipo verbal son quizás más demandados en el campo laboral.
En lo que suelen coincidir todos los autores es en que la creatividad es una cualidad o capacidad que puede ser aprendida y que, con el debido entrenamiento podemos desarrollarla cada vez más. En los ámbitos del dibujo y de la plástica son fundamentales, ya que el diseñador, el arquitecto, el dibujante, debe estar innovando en cada momento, de ahí que sea esencial su estudio en este ámbito.

Entre las definiciones más recientes acerca de la creatividad, observamos aquellas que relacionan muchos factores, aquellos relativos al conocimiento, a los estilos de pensamiento, a la personalidad, al entorno y a la motivación. Se interpreta en conceptos modernos que todos estos elementos interaccionan de manera que el individuo genera algo novedoso y útil bajo cierto contexto social, no obstante en el campo artístico, un elemento creativo no tiene por qué ser necesariamente útil.

Es conocido el modelo propuesto por Rhodes en 1961, en él se hace referencia a cuatro factores que se deben considerarse en el estudio de la creatividad: la personalidad del creativo, el proceso de la creatividad, el producto o efecto, y el entorno o las presiones ambientales, más adelante Simonton en 1990 incorpora persuasión y Runco en 2007 el potencial.
Por regla general se considera una persona creativa aquella que es más sensible hacia ciertos problemas y lagunas en información, bajo esta sensibilidad esta persona plantea nuevas hipótesis, indaga y evalua los problemas, tratando de buscar nuevas soluciones y nuevos enfoques.






El problema de la educación: exceso de orientación lateral izquierda del cerebro.
A continuación se muestra un interesante vídeo acerca de cómo las escuelas matan la creatividad. El problema de la educación es que sólo se enseña "a un lado de las cabezas" de los niños (región izquierda del cerebro), sin embargo la inteligencia es diversa, dinámica e interactiva y ahí es donde aparece la creatividad, esa capacidad para crear ideas originales que son efecto de la interacción de las distintas perspectivas de las disciplinas variables que estudiamos.
Sir Ken Robinson_Las escuelas matan la creatividad TED 2006:
(Una niña de seis años está dibujando y el profesor le pregunta a quién está dibujando, ésta le dice que  dibuja  a  Dios, el profesor le comenta que nadie sabe cómo es Dios, ella le dice que cuando termine el dibujo tendrá la oportunidad de saberlo).




La Inteligencia Creativa (Capítulo REDES 217):

Existe una inteligencia analítica, tradicional, académica, que se opone a otro tipo de inteligencia tácita que sirve para adaptarnos al entorno, para hacernos manejar en la vida, este inteligencia tácita es práctica y tiene que ver con el sentido común, ésta es la inteligencia propia de las personas creativas, personas que sacan lecciones de las experiencias. Normalmente las personas con inteligencia tácita suelen tener un mejor resultado en el test de inteligencia, sin tener en consideración aquellas cuestiones relativas a la cultura académica correspondiente a la inteligencia adquirida. Mientras que las personas que han estudiado mucho pueden tener una alta inteligencia adquirida pero baja creatividad, son personas que suelen sacar peores test de inteligencia que aquellos que tienen una inteligencia creativa práctica (tácita).
La inteligencia creativa está relacionada con la intuición, con la imaginación, con la flexibilidad, con capacidades del hemisferio cerebral derecho, no obstante ciertas capacidades propias de la sensibilidad y altamente creativas como pueden ser la música, están vinculadas con la zona cerebral temporal izquierda vinculadas también con la zona del lenguaje de Wernicke. En el escáner se han estudiado las reacciones de los artistas cuando pintan, se ha comprobado que en el cerebro se activa la zona frontal de las emociones, mientras que los que no son artistas activan la zona visual correspondiente a la parte posterior del cerebro, como conclusión se puede decir que los artistas sienten cuando están pintando, se mueven en el campo emocional, mientras que los no artistas simplemente representan algo bajo el exclusivo punto de la visualización.
Existen dos neurotransmisores, la dopamina y la serotonina, en las personas esquizofrénicas la primera está muy alta y la segunda baja, en las personas normales ambas están en cantidades iguales, mientras que en los creativos se dan ambos neurotransmisores en cantidades muy altas, se dice que los creativos, los altamente creativos están cerca de la locura, la coincidencia en este caso con los esquizofrénicos es de un alto nivel de dopamina. El creativo tiene una actitud de generación de ideas, tiene la capacidad para crear imágenes y propuestas incongruentes, tiene una alta capacidad de imaginación y fantasía y por ello puede desenvolverse mejor que alguien que no es creativo, ya que tiene la capacidad de buscar múltiples soluciones a las diferentes cuestiones.




Fernando Alberca explica cómo provocar el talento en los hijos con ejercicios básicos pero profundos estructuralmente para su cerebro


El cociente intelectual (CI) de una persona es el índice resultante de una operación estadística de población y apenas cambia a lo largo de la vida de una persona. Es verdad que un niño o niña nace con mayor CI que otro, pero eso, según Fernando Alberca, autor de «Todos los niños pueden ser Einstein», «no tiene ninguna importancia y apenas tiene consecuencias; lo importante y de verdaderos efectos es qué hace el niño o la niña con su CI a lo largo de toda su vida, porque la inteligencia y el CI no son lo mismo», asegura.
El CI no cambia, pero «la inteligencia no deja de crecer al aprender con la experiencia y la madurez: con la vida —insiste Alberca—, de forma que no aprendemos porque seamos listos, sino que somos listos porque aprendemos. Más listos cuanto más aprendamos y aprendamos enseñanzas más importantes para resolver los problemas de nuestra vida».
A su juicio, si se define la inteligencia como la capacidad del ser humano de resolver problemas, «quien resuelva los problemas más decisivos para el ser humano es más inteligente. De modo que será más inteligente quien sepa resolver los problemas que dan como resultado ser más feliz. Esos son problemas más importantes que por ejemplo los que se reducen a un área del conocimiento o ámbito cultural por prestigioso que sea este».


Es decir, prosigue este profesor, «hay seres muy inteligentes que nacieron con un CI medio, pero han desarrollado extraordinariamente su inteligente al vivir, han aprendido lo más importante, y por el contrario hay quienes con un CI de nacimiento más alto se han ido convirtiendo en seres torpes, porque en su infancia no estimularon ni desarrollaron su inteligencia o no lo encaminaron a ayudarle a resolver los verdaderos problemas con los que uno se tiene que enfrentar. La verdad es que la inteligencia es un medio para alcanzar la felicidad –no un master en Harvard- y si no, no es verdadera inteligencia».
Así, continua Alberca, «como la inteligencia crece desde que nacemos, tiene que ver con la experiencia y el aprendizaje, por tanto "se hace" mucho más que "se nace"». Por eso los padres tenemos mucho que ver con la inteligencia de nuestros hijos, con su estimulación y el desarrollo inteligente definitivo de nuestros hijos. En esa inteligencia es donde han de centrarse desde que nacen, pudiendo despreciar sin consecuencias el CI con el que nace».
Los seres humanos, recuerda este escritor, «tienen un CI normalmente entre 70 y 140. Menos de 70 se considera que tiene un CI límite (borderline o fronterizo, se decía antiguamente) y si supera 140, podemos considerarle superdotado. La mayoría se mueve entre 85 y 115. Entre 120 y 140 podemos considerarle de altas capacidades. Yo he conocido muchísimos niños suspendiendo en la escuela de CI entre 120 y 136 y muchos de alta capacidad, pero nunca he conocido un superdotado, aunque sé que los hay por algún documental». Cualquiera que sea el caso de nuestros hijos, advierte Alberca, «lo que realmente nos ha de ocupar son nuestros esfuerzos como padres en hacer que se desarrolle lo más posible su inteligencia, que siempre parte de una dosis más notable –sea cualquiera que sea el caso— de lo que parece. El ser humano es más inteligente de lo que demuestra y su capacidad es inimaginable. Los padres deben enseñarle que pueden enfrentarse a resolver los problemas más complejos y al tiempo los más importantes de su vida: que puede lograr ser feliz, además de resolver los retos con los que le apasione enfrentar su capacidad intelectual y emocional: por afición o profesión u otra circunstancia.
En esto, concluye este docente, los padres tenemos un papel decisivo, a cualquier edad del hijo. «Todos los seres humanos son capaces de mucho más siempre. Todos los niños pueden ser Einstein en ese sentido, siempre que hagamos lo que hizo Albert Einstein, utilizar variadas partes de su cerebro (del hemisferio derecho, por ejemplo su creatividad e imaginación) para unirlo al izquierdo (racional y lógico, que le planteaba los problemas físicos y matemáticos), y acabar así resolviendo con la imaginación según él mismo contaba). La genialidad al fin y al cabo es unir todo el cerebro para resolver un problema y entonces la solución que surge será sorprendente, increíble a primera vista, eficaz, completa, rotunda, extraordinaria y genial».
Para potenciar de forma práctica y completa la inteligencia de nuestro hijo, podemos, por ejemplo, hacerlo con prácticas como las que Fernando Alberca sugiere a continuación:
1. Decirle a los hijos que son inteligentes, porque lo son. En el peor de los casos, solo falta que ponga en práctica su capacidad, sobrada.
2. Tratarles como si tuvieran dos años más de lo que tengan. Tratarles como mayores y hablarles en consecuencia.
3. Potenciar el desarrollo y habilidad de sus cinco sentidos externos: por ejemplo enseñándole aceite y vinagre y que rápidamente los distinga, lo mismo la sal y el azúcar, distinguir grosores de folios o cartulinas tocándolas, distinguir instrumentos musicales por su sonido, jugar a distinguir con los ojos vendados sabores, empezando por definirlos como salados, sosos, picantes, dulces, ácidos…; también con ojos vendados distinguir superficies rugosas, ásperas, liosas, abultadas, rayadas…; calcular distancias a simple vista; etc.
4. Escucharles siempre tomándolos en serio, aunque lo que digan aún sea inmaduro.
5. Explicarles con detalle cuanto sepamos ante una pregunta.Por ejemplo, podemos explicar el principio de Arquímedes cuando pregunten por qué flota un barco. Nuestro hijo se irá a media explicación probablemente, después de sacar las siguientes conclusiones: «mi padre sabe, mi padre me escucha y contesta a todo; y esto es muy complicado, pero flotan por algo que sabe mi padre».
6. Nunca decir –si se puede evitar- ante una pregunta de un hijo (por ejemplo: «¿Papá, porque tienen una mancha blanca los caballos?»), respuestas como: «ahora no», «porque sí» o «yo qué sé» La conclusión que sacaría cualquier hijo sería: mi padre no sabe y no soporta que se sepa, por eso disimula, mi padre le da igual mi pregunta, mi padre nunca tiene tiempo para contestarme.
7. Cuando no se conozca la respuesta a su pregunta, conviene reconocerlo y ayudarle a buscar la solución en cuanto se pueda, si es en el acto mejor, si no, en el primer momento del que se disponga.
8. Hacer puzzles.
9. Fomentar el gusto por la música clásica y por un instrumento.
10. Aprender a leer sin silabear (por ejemplo con el método Doman). Adelantar el aprendizaje de la lectura a cuando muestre interés y deseos de aprender: antes de los 4 años siempre. El niño puede aprender a leer con mucha soltura y sin razonamiento antes de pronunciar.
11. Proponerle leer libros donde los héroes sean valiosos y ricos emocional e intelectualmente y enseñen cómo resolver problemas en los dos ámbitos. Ver a sus padres disfrutar con ellos.
12. Enseñarle el mayor número posible de realidades y sus clasificaciones (estructura su mente): por ejemplo, enseñarle todos los tipos de razas de perros que se pueda con los que se encuentre (no decir nunca perro, sino perro dálmata); especificar igualmente los tipos de materiales (plástico, madera…); tipos de telas (pana, raso…); nombre de formaciones de las nubes si se conocen; de hortalizas; de pescados; de partes del cerdo o ternera que se come; frutas; legumbres; lunas; etc.
13. Utilizar ante él la mayor riqueza de adjetivos, sustantivos y verbos, así como la mayor variedad de argumentos.
14. Enseñarle a jugar al ajedrez, damas; scattergories; juegos de memoria, pictionary; cluedo; legos; mastermind, o cualquier juego en el que ganar no dependa de la suerte, sino de la estrategia, la memoria o el razonamiento.
15. Establecer una dieta razonable para el consumo de dispositivos digitales. Procurar jugar a videojuegos donde ponga más en juego su razonamiento, memoria, lógica, intuición (construir ciudades, operar en ellas, por ejemplo), más que simplemente reaccionar a ataques o peligros.
16. Enseñarle una foto en una revista e imaginar un diálogo entre ellos.
17. Pedirle que diga diez formas distintas «te quiero».
18. Proponerle que diseñe un portafotos para un regalo.
19. Jugar con él a utilizar herramientas para resolver problemas que le son impropios: por ejemplo, cómo calcular distancias con un tenedor, o para qué utilizaría un ladrillo al cocinar un plato tradicional en la familia.
20. Jugar a adivinar personajes haciendo preguntas, a las palabras encadenadas, al recuerdo de palabras que se van añadiendo a una historia o a deletrear al revés palabras.
21. Tener una actitud positiva ante los obstáculos en los estudios del hijo y un concepto del hijo como un ser sobradamente inteligente, como todos, para resolver los problemas con los que se va a encontrar si aprende a resolverlos.
22. Dejarles que resuelvan sus problemas a su edad: desde abrocharse el abrigo cuando es pequeño, hacer su cama, hacer un trabajo solo, las tareas escolares con la menor indicación posible o la orientación solo necesaria. No resolver sus problemas.
23. Reconocerle lo positivo que haga en lo escolar o intelectual: si juega al fútbol bien es porque es inteligente y su cerebro hace muchas operaciones de cálculo físico entre otros conocimiento durante el juego. O sabe hacer buenos esquemas, o estudiar con intensidad, o…
24. Favorecer su modo propio de resolver problemas y si sorprende el resultado, preguntar por qué antes de decir que está mal, nos podemos llevar una sorpresa nosotros. Por ejemplo, escribe con cifras el siguiente número trescientos seis, resultado: 307, «¿por qué?», «porque es el siguiente número».
25. Bailar al son de la música.
26. Recitar poesía y dramatizar fragmentos de teatro.
27. Preguntarle su opinión sobre todos los temas.
28. No reírse nunca de sus ocurrencias y menos de sus errores.
29. Tener en cuenta que el talento se provoca y se contagia, por eso coinciden en tiempo y espacio. Así, recuerda este profesor, «podemos recordar por ejemplo en España autores como coincidieron Cervantes, Lope, Calderón de la Barca, Quevedo o Góngora, en la misma calle de Madrid y el mismo día. O Vivaldi, Bach, Mozart y Beethoven en el centro de Europa del siglo XVIII, inventores en el siglo XIX, pintores en Italia durante el Renacimiento o deportistas en España al final del siglo XX. Provocar ese talento en los hijos, en buena medida, depende de sus padres y de ejercicios tan básicos pero profundos estructuralmente para su cerebro como los descritos».


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Idiocracia, el poder de los idiotas


“Mi abuelo era un hombre muy valiente; sólo le tenía miedo a los 

idiotas. Le pregunté por qué, y me respondió: Porque son muchos. 

Y al ser mayoría, eligen hasta el presidente”. Facundo Cabral




"Las figuras que ilustran la política actual parecen darle sentido al temor que manifestaba el abuelo del cantor y poeta argentino Facundo Cabral. Como si se tratase de una profecía cumplida, los idiotas a los que éste temía parecen más dispuestos que nunca a votar en elecciones en las que se inclinan por candidatos incapaces de gesticular más de dos palabras seguidas, sin que una de ellas sea falsa y la otra inexistente. Los idiotas votan en contra de sus propios intereses; aunque -debido a su condición- nunca podrán saberlo. Sin embargo no es esto lo relevante de sus aportes a la idiocracia que han parido, sino el hecho de sentirse bien representados con el idiota que han logrado colocar en el poder. La democracia, en mano de sus elegidos, ha dejado de existir para darle paso al sistema que mejor le sienta al idiota elector: La idiocracia.
La idiotez se ha llevado por delante todo obstáculo que la razón hubiera podido imponerle. Basta escuchar el relato de quienes hoy ocupan el poder para ejemplificar esta suerte de revolución de la idiotez que con alegría aplaude la facción mayoritaria de una sociedad carente de todo raciocinio; una sociedad aletargada, dependiente de criterios ajenos, basureada por las decisiones de grandes corporaciones, y cuya cultura se ha degradado hasta reducirse a su mínima expresión. Para ejemplificarlo mejor sólo restaría el repaso de los discursos (o intentos de discurso) ensayados por líderes mundiales de las actuales democracias; material de archivo que quizás podría ser de gran utilidad en un futuro cercano, si es que algún idiota llegara a preguntarse “¿qué fue lo que le sucedió a la Humanidad?”."


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Inteligencia creativa: MACGYVER





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